Thursday 7 March 2019

8 de marzo. Comparto mis pensamientos sobre feminismo.

8 de marzo. Comparto mis pensamientos sobre feminismo.

* Acotación: por mi pertenencia a un colectivo sociocultural específico -persona persona socialmente etiquetada como hombre, en cuya psicología, estructura cognitiva, etc, dicha etiqueta social ejerce una considerable influencia; nacida y educada en un ámbito cultural europeo, etc-, considero que me corresponde orientar mi análisis hacia los siguientes aspectos específicos:
- De qué manera pueden contribuir a la igualdad y superación del patriarcado los individuos y agrupaciones encuadradas en el colectivo específico al que pertenezco.
- Crítica de posturas adoptadas por miembros de dicho colectivo sociocultural. No me corresponde, por ejemplo, criticar las formas específicas que pueda tomar el problema del género y el patriarcado en otros ámbitos culturales en los que no vivo, como puede ser el chino o el árabe. Dicha crítica corresponde a los individuos que pertenecen a dichos ámbitos culturales y geográficos.

* Mi primera conclusión es que el feminismo no implica ningún tipo de superioridad. El término "hembrismo" me parece un invento del grupo hegemónico reaccionario autovictimizado que se opone a la búsqueda real de la igualdad. El feminismo busca simplemente la igualdad, igual que el Día del Orgullo LGTBI+ no persigue ningún tipo de supremacía ni privilegio de dicho colectivo sobre otros sino que toma su nombre en base a su denuncia del agravio sufrido por el colectivo específico al que representa. Tanto un movimiento como el otro podrían llamarse "Igualdad de sexo" o "igualdad de orientación e identidad sexual".

* La afirmación "yo no soy ni machista ni feminista; quiero la igualdad" refleja desconocimiento de lo expuesto en los puntos anteriores y creo que lo más constructivo es hacérselo saber amistosamente a quien sostiene dicha postura para que no se sienta atacado.

*  La situación de desigualdad y violencia contra la mujer es pasmosa y alarmante aún en nuestros días, como reflejan los siguientes fenómenos, difíciles de negar si no es desde posiciones de autovictimización subjetiva del colectivo hegemónico (hombre blanco heterosexual, burgués y con su potencial físico y psíquico en sintonía con el paradigma de lo socialmente aceptado como "normal":

- los numerosos casos de muertes y lesiones físicas y psicológicas sufridas en el ámbito doméstico y familiar.
- la brecha salarial y la dificultad de conciliar la vida laboral con una vida familiar en la que el reparto específico de responsabilidades, sobre todo en aspectos como la crianza y los cuidados a niños y niñas, personas dependientes y personas de avanzada edad, sigue acusando un fuerte sesgo, reflejo de la creencia, generalizada bajo el actual paradigma del pensamiento moderno-eurocéntrico-patriarcal-neoliberal, y refutable con información científica -histórica, sociológica, antropológica, etc- de que dichas diferencias se sustentan en una base biológica y no son fruto de una elaboración cultural determinada y su posterior herencia.

- Fenómenos como el "mansplaining".

- Fenómenos como los micromachismos en el lenguaje, usos y costumbres, medios de comunicación, etc, que reflejan el paradigma hegemónico de una manera más inocua en lo que atañe a la escala en que se llevan a cabo, pero que, debido a su naturaleza, frecuencia y generalización, contribuyen de manera significativa a otros fenómenos de mayor alcance y potencial de daño.
- El daño sufrido por colectivos no hegemónicos, tanto en lo sexual como en lo sexual, socioeconómico, en el terreno de la diversidad funcional, etc, no solo se concreta en el plano físico; existe, también, un daño a la dignidad que, de forma más o menos patente, sufre cualquier individuo que, por su clasificación social en un colectivo etiquetado en base a atributos accidentales, se encuentra ante la necesidad de recorrer un proceso de construcción identitaria en el que buena parte de las intervenciones de familia, docentes, medios de comunicación y demás agentes de influencia van dirigidas a su categorización como ente subsidiario, como objeto más que como sujeto, como paciente más que como agente. Un ejemplo: un niño y una niña van a clases de natación. Al niño le cortan el pelo pensando en su comodidad; la niña, como mujer en potencia, tiene que ir "guapa" y coqueta, por lo que ha de afrontar el trance de llevar las trenzas bajo el gorro de natación (enlace a la fuente**).
- En torno al tema concreto del uso inclusivo del lenguaje, la opinión más generalizada en las coordenadas del pensamiento hegemónico es aquella que sostiene que dicho uso inclusivo constituye un cambio innecesario, que desvía la atención de otros problemas de mayor índole, y que resulta ridículo o poco serio. Dicha postura se entiende en el contexto de una comprensible pero fuertemente reaccionaria e inmovilista fobia a los cambios sociales de cualquier índole junto a una falta de análisis o receptividad sobre la contribución de elementos "micro", como el lenguaje o los usos y costumbres, a desarrollos a mayor escala.

- Ante la puesta en cuestión del papel hegemónico en lo que al uso de la fuerza e imposición se refiere, así como de los privilegios relativos históricamente heredados, por el colectivo socialmente identificado con los atributos accidentales "varón, heterosexual, blanco, de clase media, con capacidades físicas y psíquicas ´normales´ o ´no diversas´", los individuos autoidentificados con esta categoría adoptan diferentes posturas:
- Hay miembros de este colectivo que, tras tomar conciencia de dichos privilegios y papel hegemónico, eligen la renuncia a ellos por solidaridad o empatía hacia los individuos estigmatizados por su clasificación social en otras categorías de género, raza, orientación sexual, posición socioeconómica,  diversidad física y psíquica, etc. Es el público que desarrolla un interés, y presta atención, al tema de las masculinidades como objeto de estudio y desarrollo -a través de lecturas, talleres, etc- desde puntos de vista de la psicología, sociología, antropología, ciencia política, economía, etc.
- Otra postura es la de los miembros de este colectivo que se posicionan en contra del feminismo en base a la misma lógica por la cual se oponen, con mayor o menos énfasis y sentimiento de rechazo, a los movimientos de reivindicación específica antirracista, anticlasista, antihomófoba, o contraria a la discriminación o paternalismo hacia las personas con diversidad funcional en lo psíquico y físico.
      La reacción conservadora se comprende (no se justifica); es de esperar en todo grupo que ostenta privilegios cierta resistencia a perderlos y reticencia a empatizar con los grupos perjudicados. En otros contextos históricos y socioculturales, este rechazo se plasma en reacciones más beligerantes, como la intensificación de la acción opresora ante el surgimiento o propagación de voces reivindicativas; en nuestro ámbito sociocultural, fuertemente marcado por lineamientos del pensamiento neoliberal hegemónico como por ejemplo el cuidado de la imagen propia como individuo razonable y conciliador por encima del uso de la fuerza o la preferencia de actitudes de carácter pasivo-agresivo sobre las frontalmente agresivas, asistimos a una enconada autovictimización por parte de miembros del colectivo hegemónico que ven amenazado su heredado privilegio.
        Desde mi punto de vista, este intento de invertir los roles de opresor y oprimido a la hora de analizar la situación roza a veces lo grotesco y presenta un marcado carácter reaccionario, conservador en tanto reticente o directamente temeroso de los cambios  sociales, y/o poco receptivo a las reivindicaciones de colectivos respecto a los que no experimenta una identificación en el plano personal (receptividad que, para mí, podría servir como definición aproximada de la noción de solidaridad). Dicho rechazo suele tomar formas de demonización y ridiculización hacia dicho movimiento feminista, como refleja el uso de términos cargados de odio, como aquél que vincula el feminismo a doctrinas políticas de índole racista, machista, violento y psicológicamente espoleado por el miedo y los complejos, como el nacionalsocialismo, vinculación terminológica que, más allá de lo burdo y disparatado de su contenido, dada la naturaleza totalmente opuesta de los dos fenómenos que pretende conectar, más allá de una rudimentaria apreciación de similitudes en determinados aspectos totalmente superficiales, como la vehemencia en la externalización de opiniones (1), resulta, además, infame por su frivolización de un fenómeno, el del nazismo, que explica episodios históricos tan trágicos como la Segunda Guerra Mundial o el Holocausto.

1. Ni siquiera en este aspecto tan superficial se da una similitud seria toda vez que, mientras en el caso del movimiento feminista, dicha violencia verbal responde al fenómeno de la rabia acumulada fruto de una opresión real, siendo una violencia formal y no de contenidos, en el caso del nazismo adopta formas específicamente agresivas y se ejerce, precisamente, desde posiciones de opresión, por no mencionar que las formas específicas de violencia física que toma esta última se sitúan más allá de toda comparación. 

* No se puede negar que en décadas recientes se han producido avances significativos en la conquista de la igualdad por parte de la mujer. Hay cambios que vienen desde arriba, del poder; son tímidos, pusilánimes, cosméticos, orientados a la superficie del problema y no a su raíz. Por otra parte, están los cambios reales, los que, como sucede con la lucha de clase y otros frentes de lo que consideramos una lucha general por la liberación de las hegemonías y lógicas de dominación, se producen como fruto de la lucha y el sacrifico de individuos- en este caso mujeres- audaces y conscientes que han entregado su vida a una causa. Nada tenemos que esperar de los de arriba; a veces podemos tener la sensación de que el poder económico, mediático, etc, produce liberación y, generosamente, nos la hace llegar de arriba abajo. Es un engaño; en nuestro mundo burgués y neoliberal, el poder de decisión sobre lo que hacemos, cómo lo hacemos, etc, lo ostenta una minoría hegemónica, y de una minoría nunca hay que esperar que haga nada que vaya en beneficio real de la mayoría, que acometa las raíces de un problema.  Todo lo que aparentemente nos otorguen será superficial y tendremos que pagar por ello un precio mayor que el supuesto beneficio obtenido.

* El fortalecimiento del movimiento feminista es patente en varios países y se refleja en aspectos como el nivel de movilización, el cambio que ha forzado en el paradigma dominante. Con toda precipitación y atropello, viendo peligrar sus negocios, los distintos actores que conforman el entramado encargado de facto de la generación y mantenimiento del pensamiento dominante -medios de comunicación, políticos y demás personajes públicos, etc- ha adoptado una parte del discurso feminista, incorporándolo al corpus ideológico de lo políticamente correcto. Es un fenómeno muy común en nuestro mundo y análogo a lo ocurrido anteriormente con lavados de imagen commo el verde, con el tema ecologista, o el rosa, con el tema LGTBI+. La agenda de la minoría hegemónica dicta ahora un lavado en púrpura. Aunque se trate, como es natural, de partes de dicho discurso inconexas de lo que muchas consideramos distintos frentes de la misma causa, como el anticapitalismo, anticlasismo, antiespecismo, etc, a fin de no tener que reconducir sus campañas de imagen más allá de lo que los estudios de marketing señalen como estrictamente necesario, supone un logro innegable a nivel social.

     Más allá de las caricaturas y fachadas que a este propósito inventen los medios, políticos y multinacionales para ganar dinero, el movimiento feminista es, en esencia, genuino y nace del pueblo, de abajo y a la izquierda. Intuyo, aunque carezca, por ahora, de datos para sustentar esta impresión, que los pueblos, como asociación interpersonal de carácter espontáneo y simbiótico -a diferencia de otros modelos de comunidad de índole artificial e impuesta por el poder, como los estados, "sociedad civil", etc- siempre ha tenido el feminismo -si se prefiere, el antimachismo, la lucha por la igualdad- en sus genes. Que esa minoría hegemónica que llamamos "el sistema" se quiera subir a este carro, hay que verlo como en el contexto de otras luchas: supone un importante logro -ya no  nos persiguen por defender una idea, ahora nos la quieren comprar- y pone sobre la mesa el desafío de mantenerse firmes en la conciencia de lo que somos y del mundo que soñamos, no venderlo a ningún precio. La lucha sincera y comprometida no admite espónsor.

* Es cierto que el avance de la conciencia sobre la igualdad y, en ámbitos aún muy acotados, la acción para defenderla, puede originar situaciones de injusticia hacia un individuo hombre. Es un fenómeno inevitable que en toda situación de resistencia contra una  opresión hegemónica se produzcan daños colaterales. Es intrínseco a dinámicas de lucha y oposición. Lo relevante a la hora de sacar conclusiones es la frecuencia, el volumen, por ejemplo, si el porcentaje de denuncias falsas es significativo o despreciable; si podemos esperar o no que ocurra con frecuencia un incidente como el que hace poco presencié (yo personalmente considero difícil que suceda): un participante en un evento, carente de toda intención de llevar a cabo un uso intencionado del lenguaje sexista, fue expulsado con cierta violencia verbal y acusado de dicho uso sin contar con los suficientes elementos de contexto. Tras llevar a cabo el necesario análisis y poner sus elementos en situación, me llevé del incidente una sensación que estaría más cerca de la pena de quien asiste a un episodio infortunado que del juicio negativo a alguna de las partes. 

* Por último, y en torno a la cuestión de qué actitud podemos asumir las personas clasificadas como hombres para contribuir positivamente a la causa feminista, adhiero una opinión que leí recientemente, vertida por personas con experiencia en los movimientos de emancipación y según la cual nos toca:
- tomar conciencia de los privilegios "disfrutados"
- apoyar la causa igualitaria desde posiciones voluntariamente secundarias en lo que a nivel de protagonismo se refiere. Esto no supone ningún menoscabo a nuestra autoestima como individuos ni desprecio a nuestra identidad, etc; me parece, por el contrario, una respuesta razonable al problema dado por el hecho de haber crecido en un entorno inevitablemente marcado por la pertenencia a un grupo exento de la opresión que hace necesaria la resistencia por parte del colectivo que la ha sufrido.


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